Seguro que te has preguntado un montón de veces ¿Cómo puedo reducir los efectos del estrés en mi vida? ¿Es realmente perjudicial para mi organismo? Y si no puedo evitarlo ¿existen formas de protegerme contra las consecuencias del mismo?
Si te has hecho alguna vez estás preguntas, te invito a seguir leyendo.
Pero antes de nada, déjame explicarte que es el estrés.
¿Qué es el estrés?
Es la respuesta natural que genera nuestro organismo cuando nuestra mente considera que estamos ante un desafío que exige un esfuerzo extra a nivel físico, emocional o mental.
Cuando te enfrentas a una situación nueva o difícil, tu organismo pone a tu disposición todos sus recursos para que puedas hacer frente a ese reto de forma satisfactoria.
¿Cómo afecta el estrés a nuestro cuerpo?
Cuando sientes estrés, tu glándula pituitaria reacciona aumentando la secreción de una hormona llamada adrenocorticotrófica (ACTH). Es como si un sistema de alarma se disparase dentro de tu cerebro y esta alarma les dice a tus glándulas suprarrenales, (situadas encima de los riñones), que viertan al torrente sanguíneo cortisol y adrenalina, las hormonas del estrés.
Estas hormonas del estrés provocan cambios fisiológicos en nuestro cuerpo, como el aumento de la presión arterial, la frecuencia cardíaca, la respiración, el metabolismo y el flujo sanguíneo que llega a los músculos.
Esta respuesta tiene como objetivo ayudar a nuestro cuerpo a reaccionar de forma rápida y eficaz ante una situación de mucha presión. Una vez que desaparece la amenaza, los niveles de cortisol y adrenalina del torrente sanguíneo disminuyen, y la frecuencia cardíaca, la presión arterial y el resto de funciones del cuerpo vuelven a la normalidad.
Una gestión sana de estrés consiste en tres fases: activación, acción y relajación o descarga, que llega cuando consigues superar con éxito el reto o te has adaptado a la nueva situación.
Todos estamos preparados para experimentar estrés en determinados momentos. El problema viene cuando el estrés se prolonga en el tiempo, ya que tu cuerpo no se recupera. Así, tu organismo termina desgastándose y aparecen los problemas (físicos, emocionales y mentales).
¿El estrés es siempre negativo?
¡No! De hecho, experimentar estrés de forma puntual hasta puede resultar beneficioso ya que nos obliga a salir de nuestra zona de confort, y darnos cuenta de que somos más capaces de lo que creemos.
El problema viene cuando el estrés se cronifica, ya que termina convirtiéndose en un «estado habitual» y tu organismo se agota. Cuando esto ocurre, empiezan a aparecer los síntomas del estrés.
¿Cuáles son los síntomas del estrés?
Cuando el estrés se prolonga demasiado en el tiempo, tu cuerpo no tiene tiempo de recuperarse alterando tu metabolismo, por lo que experimentarás varios de los siguientes síntomas.
- Dolor de cabeza
- Contracturas musculares
- Desórdenes digestivos
- Excesos con el tabaco, alcohol, ansiedad por la comida, etc
- Insomnio
- Falta de concentración
- Irritabilidad y mal humor
- Pesimismo
- Falta de compromiso
- Despistes frecuentes o pérdida de memoria
- Fatiga
Algunas de las respuestas físicas más frecuentes al estrés crónico afectan al aparato digestivo (por ejemplo, dolores de estómago o colon irritable ). Además, afecta al sistema inmune, lo que te hace más propensa a padecer resfriados u otras infecciones, así como a desarrollar enfermedades degenerativas.
Si reconoces alguno de estos síntomas, es importante que tomes responsabilidad de tu salud y bienestar, poniendo remedio para evitar llevar a tu cuerpo a un estado de desgaste y deterioro, del que te resultará mucho más difícil recuperarte.
¿Cómo reducir los efectos del estrés?
Es cierto que no siempre es posible evitar las situaciones estresantes… Por eso te quiero compartir una serie de tips que te ayudarán a reducir el efecto que el estrés tiene en tu organismo.
ESCUCHA MÚSICA O SONIDOS RELAJANTES
Cuando te dejas llevar por tus canciones favoritas, se reducen los niveles de cortisol y se libera serotonina (la hormona de la felicidad). El sólo hecho de cantar y estar pendiente de la música hace que tu mente se aleje de los problemas y emociones negativas y libera las tensiones acumuladas.
También puedes escuchar música lenta o sonidos ambientales de naturaleza, cuencos tibetanos, etc. Eso te ayudará a conectar con un estado de calma y de relajación.
SABOREA CON ATENCIÓN PLENA
La mayor parte de las personas cuando están en una situación de estrés, también sienten ansiedad por la comida, sobre todo por los dulces.
Siendo consciente de esto, puedes saborear los alimentos mediante ejercicios de mindfulnes, sumergiendo tus papilas gustativas en el disfrute de la experiencia presente, sintiendo los primeros sabores y su transformación, las texturas, masticarla hasta deshacerla antes de tragar…
RESPIRACIÓN PROFUNDA
Si no te sientes capaz de meditar en ese momento de estrés, puedes practicar respiraciones profundas (llenado de aire tus pulmones desde el abdomen), inspirando por la nariz y expulsando el aire por la boca. Concentrate en la respiración y en como el aire entra y sale de tu cuerpo.
Estos ejercicios los puedes realizar tantas veces al día como lo necesites. Lo importante es que te concentres en la respiración y verás cómo te ayuda a reducir la tensión.
PONTE EN MOVIMIENTO
Trata de encontrar maneras activas de controlar el estrés. Las formas inactivas de controlar el estrés, como ver la televisión, navegar por Internet o jugar videojuegos, pueden parecer relajantes, pero pueden aumentar el estrés a largo plazo.
Y asegúrate de dormir lo suficiente y mantener una alimentación saludable y equilibrada. Evita el uso de tabaco, el exceso de cafeína y alcohol, además del uso de sustancias ilegales.
OBSERVA CON ATENCIÓN PLENA
Imagina una situación que te estresa y se te está yendo de las manos. Observa cómo tu mente se inunda de pensamientos sobre cómo deberían ser las cosas…
Ahora toma aire profundamente y concéntrate en tu interior. Siente tu respiración, como el aire entra y sale de tu cuerpo. Intenta percibir la diferencia entre tu interior y el exterior.
Observa cómo dentro de ti, tus órganos continúan funcionando de forma automática, cómo el oxígeno sigue alimentándote y cómo eres capaz de observar tu actividad mental.
¿Dónde está ese problema que tienes delante? ¿Está fuera de ti? ¿Está en tu interior o en la pantalla de tu ordenador? ¿Está en un problema de comunicación?
Todo eso que ocurre está fuera de ti. Puede que no siempre lo veas así, pero así es: dentro de nosotros solo hay calma. Una calma que se altera, pero calma al fin y al cabo.
Observa y verás que eres tú la que sientes como esa situación se te va de las manos, porque en realidad no ha estado nunca en tus manos. Desde la calma podrás gestionar mucho mejor cualquier situación (tenga o no solución).
Anímate y practica los consejos que más te convengan. Trata de relajarte y evita que el estrés se apodere de tu vida 😉